De pequeña. Porque para desmitificar, debo confesar que hace mucho, mucho tiempo, en una tierra muy, muy lejana: yo fui pequeña.
De pequeña, decía, yo era muy histriónica, o adaptable, o mamá se esmeraba con los trajes, no se...
Pero solía ser del elenco estable de los actos. Algunas veces vendía mazamorra, otras bailaba el pericón. A partir de los 9 años y merced al estirón que les di, las monjas me paraban al fondo del escenario con túnica blanca y gorro frigio, esperando a declamar los deseos de "la Patria" (o sea yo).
La cuestión es que de pequeña, adoraba las fiestas patrias. Esperaba con ansias la llegada del 25 de Mayo y del 9 de Julio; también me gustaba mucho el aniversario de mi ciudad, que para espanto de los progres de esta época era ni más ni menos que: General Roca. Chupate esa mandarina Lubertino!
Las fiestas patrias venían con combo completo, los nervios del estreno, la solemnidad del acto, el locro y las empanadas de la vieja y el chocolate con pastelitos o tortas fritas por la tarde, con toda la familia y alguna amiga mía o amigo de mi hermano, que siempre se colaban para comer rico.
Hoy mi pequeño querubín se despertó tarde y al rato aún con la almohada pegada en su pómulo, me espetó: Ma, por qué era feriado hoy?
Lo confieso, me dieron ganas de cazarlo del cuello cual Homero a su pequeño Bart.