lunes, 2 de marzo de 2015

Son risas

Sucedió de nuevo.
Unos meses después de un ciclo de formación en comunicación y liderazgo, recibí un mail de un asistente, agradeciéndome extensamente por haber conseguido pareja. Sí, leíste bien: pa-re-ja.

El señor que remite el mail es un profesional de esos que suelen ser llamados "exitosos", un caballero atractivo, educado y con un sinfín de características que juegan a su favor.

Sin embargo, algo lo llevó a pensar que yo tenía algo que ver en la solución de su soltería. Y a modo de confesión voy a decir que eso dista mucho de la realidad.

Y un poco a cuenta de esto vienen estas letras.


En qué momento enredamos tanto las madejas de nuestras vidas que comunicarnos se volvió un juego de ingenio?

Hemos convertido nuestras relaciones (las personales, las laborales y hasta las dinámicas sociales) en tableros donde pensamos cada jugada, cada palabra, cada respuesta.

Nos olvidamos de lo que brota de nuestro ser, para dejar salir aquello que creemos conveniente, aquello que alimenta la imagen de nosotros mismos que pretendemos sostener (aún cuando esa imagen nos desgarre el alma).


Ya no conversamos, jugamos juegos de poder. Y así nos va...

En este afán de ganar una carrera que está perdida desde el punto de largada nos inventamos excusas, hacemos planteos, ponemos condiciones, nos acorazamos tras miedos y agitamos fantasmas; para después, claro, quejarnos del resultado (?).

De verdad?

Respirá, guardá tus fantasmas en el último cajón, olvidate de las condiciones, mandá a pasear a tus miedos y sonreíle a la primera persona que pase. 
No, así no. 
Sonreíle de verdad.

 Dejá que tu sonrisa nazca en el medio de tu pecho e ilumine tu rostro y tus ojos. Y usá esa sonrisa para iluminar a otros.

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