jueves, 18 de diciembre de 2014

Cada joven una historia

Las formaciones que brindamos a jóvenes y adultos desocupados, junto a un grupo de profesionales provenientes de diversas áreas, se organizan en tres bloques o áreas.
Un bloque eminentemente técnico, donde se les brindan herramientas y técnicas específicas para la actividad y el puesto de trabajo para el cual fue diseñada la formación.
Un bloque que incluye el marco regulatorio, legal y normativo de dicha actividad y puesto.
Un bloque que originalmente consistía en calidad y excelencia en la atención al cliente. 

A mi me corresponde (junto a algunas colegas) este tercer bloque, aunque como tengo experiencia en la actividad a veces por cuestiones de agenda cubro también el bloque técnico.

Esta parte del relato es medio aburrida, aunque es necesaria para que comprendan algunas de las historias que voy a contar.

Para acceder a la formación es necesario tener el secundario terminado o estar completándolo, no es un capricho, sucede que el bloque técnico requiere ciertos conocimientos que se adquieren en la escuela secundaria y que el mismo mercado laboral estipula como requisito del puesto, tener los estudios secundarios completos.

Si bien el tercer bloque fue concebido para brindar un panorama general de lo que es una empresa, sus objetivos, la gestión de la calidad y bajar de allí puntualmente a la calidad de atención al cliente. Al poco tiempo de comenzar nuestra experiencia de formación, comprendimos que nos faltaba lo fundamental. 

Capacitábamos a jóvenes que ni siquiera sabían buscar trabajo y que si por esas vueltas de la vida y milagro mediante, conseguían una entrevista, lo más probable era que no llegasen a demostrar lo aprendido como valor diferencial para ser contratados. 

Había un problema de fondo que les imposibilitaba conseguir empleo. Un problema actitudinal y educativo que si no asumíamos y enfrentábamos cara a cara hacía inútil nuestro trabajo.

Fuimos quienes brindamos la parte "blanda" quienes decidimos reformular el programa y los contenidos diseñados y aprobados. Había que incluir herramientas de búsqueda laboral, había que enseñarles a hacer un cv, a preparar una entrevista, a enamorar a sus potenciales empleadores para poder acceder al tan ansiado puesto.

Lo hicimos y lo hicimos bien. 

Fuimos año tras año el programa que mayor cantidad de desempleados logró insertar en el mercado laboral. 
Y lo hicimos sin demagogia ni mentiras piadosas. 

Cada una de esas personas que fue consiguiendo trabajo fue vivido como un motivo de celebración y felicidad porque sabemos las historias detrás de los números. 

Para mi no son estadísticas que se adulteran, paso muchas horas con ellos; los escucho, los dejo hacer catarisis contra todo y contra todos, conozco sus miedos, su potencial, sus broncas masticadas en silencio. 
Los escucho con paciencia, los comprendo y los abrazo en sus carencias, pero después de todo eso: los pongo a trabajar arduamente en su desarrollo personal. Y no, no soy  condescendiente, los desafío y me divierte verles las caras de enojo cuando no quieren asumir ese desafío para volver a la comodidad de la abulia y el desinterés. 


-Qué cara...desde acá escucho las puteadas en tu mente. Ya está? Bueno, ahora vení y lo hacemos juntos hasta que lo aprendas!


Cada uno de los jóvenes (y adultos) con los que trabajé vino por diferentes motivos; SÍ, algunos sólo vinieron por miedo a que le saquen el plan; pero nunca me importó. Eran las reglas del juego y sólo las usé para establecer un punto de partida, no como un prejuicio estigmatizante. Por una cuestión de experiencia, se que no importa por qué vengan, están ahí y lo único que tengo en mente es: cómo quiero que se vayan. Lo que pasa en el medio con cada uno de ellos es diferente. Los hubo entusiastas y desganados, colaboradores y francamente revoltosos, hartos de la política y politizados al extremo.
Hubo de todo y con eso partíamos, confiando en que los melones se acomodarían al andar.

Para poder trabajar con esa diversidad, utilizo en mis formaciones con desocupados los mismos acuerdos que utilizo en capacitaciones o formaciones en ámbitos académicos o en empresas privadas; acuerdos que refuerzan nuestro compromiso mutuo con el proceso y que como son consensuados se que funcionan.
Para disgusto de mis colegas no tengo problemas con las llegadas tardes, ni con las actitudes; al menos, no problemas que no hayamos solucionado juntos. 

Nuestros acuerdos incluyen autoregularnos entre todos y eso hace que cada uno asuma su propio desarrollo y el de sus compañeros y saben qué? LO HACEN. 

Así que no me vengan con los prejuicios de los planeros. Lo que necesitan es que dejen de tratarlos como a víctimas vulnerables y empiecen a mirarlos de frente como a un igual, con el respeto y la confianza de que pueden y quieren (sólo necesitan recordarlo).

Los acuerdos más frecuentes son los siguientes:


M.


2 comentarios:

Fabeluke dijo...

Maravilloso. Más allá de la base técnica, lo que enseñan es a respetarse a si mismos, algo que ni el desprecio de clase ni los planes otorgan.

piscuiza dijo...

GRACIAS!
Suelo decir que el día que en las escuelas nos enseñen a querernos y respetarnos este país tiene potencial. Por ahora parece que no hay intenciones de hacerlo, mirá si se dan cuenta de su potencial??
A seguir sembrando!
Abrazo